Plataforma 2016
Miguel
Grinberg
Desde la
restauración democrática de 1983, nuestros gobernantes no han logrado articular
una visión nacional y federal plantada por encima de las coyunturas económicas
y políticas que durante el último siglo han lacerado a la Argentina y que han
trabado el despliegue de medidas estructurales de construcción histórica. En
nuestro país, sigue siendo dificultoso consolidar una reflexión ideológica
tolerante y generadora de situaciones originales que nos proyecten sin trabas hacia
el futuro.
Un
episodio particular lo expresa la ley 23.512 sancionada el 27 de mayo de 1987
por el Congreso de la Nación (nunca fue derogada, aunque el presidente Carlos
Menem anuló los decretos 527/86 y 1156/87 que la inspiraron y disolvió la
Comisión Nacional formada para el llamado Proyecto Patagonia) que declaraba
como nueva Capital Federal a los enclaves urbanos erigidos y por erigirse en el
futuro en el área de las ciudades patagónicas de Viedma, Carmen de Patagones y
Guardia Mitre. Como todos sabemos, esa iniciativa del presidente Raúl Alfonsín
quedó atascada en el vaivén de las serias crisis surgidas durante su gestión,
algunas de las cuales siguen agobiándonos en estos días con cuadros de pobreza
aguda, concentración económica, hacinamiento metropolitano y canibalismo
partidista.
La masiva
concentración poblacional argentina en la actual Capital Federal y el conurbano
bonaerense (paralela a un despoblamiento rural general), es acompañada por la
saturación urbana e industrial del eje Rosario-La Plata. Se trata de un
desarrollo anómalo, surgido más del amontonamiento azaroso que de la
planificación racional. Con infinidad de situaciones de gran vulnerabilidad
humana (asentamientos precarios) y destrucción ambiental.
En la
Wikipedia de Internet se lee que muchos intelectuales y políticos sostienen que
el fracaso del proyecto no se debió principalmente a la crisis económica, como
se argumenta generalmente para justificar su cancelación, sino “por la enorme
presión de los medios de comunicación porteños y de los sectores ligados a los
intereses políticos y económicos de la ciudad de Buenos Aires”. Añade que en un
primer momento los medios de comunicación aceptaron y apoyaron el traslado,
pero al cabo de un tiempo se alinearon con los sectores opositores del mismo,
quienes lo tildaban de "costosísimo", "faraónico" e
"innecesario" y sostenían que “el traslado de la Capital traería más
perjuicios que beneficios al país”.
La cuestión es más compleja si se toma en cuenta
que la mentada autonomía de la Ciudad de Buenos Aires no será absoluta mientras
siga siendo el asiento del gobierno nacional. Existe al respecto otro proyecto
controversial para consolidarla, que propone la provincialización del actual
territorio porteño, sumado al de una decena de municipios del Gran Buenos
Aires.
Obviamente, a medida que nos aproximamos al
bicentenario de la Declaración de la Independencia, el año 2016 podría
funcionar como inspiración colectiva para refundar la Argentina con vocación de
suma y no de resta. En un plano de celebración generacional despojada de
fanatismos y prejuicios. Descentralizando una urbe desmesurada que el pensador
Ezequiel Martínez Estrada bautizó como “la cabeza de Goliat”.
Esto no
agota las controversias referidas a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Está
pendiente la necesidad de revisar la ordenanza 49.669 que a espaldas de la
ciudadanía porteña instauró como bandera oficial en septiembre de 1995 el
estandarte de conquista traído de España por el fundador Juan de Garay en 1580.
Es izada todos los días junto al Obelisco en la Plaza de la República. Integran
el escudo un águila negra con su corona en la cabeza, cuatro hijos por debajo y
una cruz colorada sangrienta [de la orden militar hispana de Calatrava] que
sale de su mano derecha. Anclada en el pasado, como si no estuviéramos ya en el
siglo XXI.
Decrecer con equidad
Nuevo paradigma civilizatorio
El economicismo liberal ha logrado hacernos creer que a más bienes y artefactos, mayor desarrollo y mayor bienestar. Sin embargo, el diagnóstico es unánime: hemos desatado procesos de destrucción ambiental irreversibles. La inequidad social llegó a niveles sin precedentes mientras el planeta y todo lo que hay en él han adoptado un comportamiento inestable, típico de los sistemas cercanos al quebranto.
También es cierto que mientras el derrumbe de la civilización materialista se acelera, otros procesos sutiles, pero de inconmensurable poder han comenzado. Una nueva actitud, la Conciencia Planetaria, se abre paso cada día, moldeando nuevas formas de organización humana.
El hecho es que nos aproximamos a un punto de inflexión, a una situación doble de colapso y advenimiento. Para superar tan inédito desafío, la humanidad deberá situarse, como sugería Einstein, fuera de los esquemas de pensamiento que crearon el problema. Se trata así de repensar los procesos de desenvolvimiento humano desde una perspectiva radicalmente diferente.
Decrecer con equidad recoge el pensamiento de cinco autores con una vasta trayectoria que comparten la convicción de que el conocimiento académico no puede disociarse de una acción comprometida al servicio de la humanidad y en armonía con la naturaleza. Identificando con claridad los diversos aspectos de la problemática ambiental, social y espiritual contemporánea, se atreven a proponer pautas orientadoras para un profundo cambio civilizatorio.
Sumario
Fomentando un Cambio en el Mundo Contemporáneo
Ervin Laszlo
Los Estragos Ecológicos de la Globalización
Ezequiel Ander Egg
Un Futuro Inconcebible
Antonio Elizalde
La Hora del Sur. Tiempo de Refundación
Miguel Grinberg
La Gran Travesía de la Humanidad
Lucio Capalbo
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