Hubo
hombres contemporáneos de la
Primera Guerra Mundial (1914-18), entre ellos, el poeta
místico irlandés William Butler Yeats (1865-1939), que en su poema La
Segunda Venida (Second Coming, 1920) denunciaba, angustiado, el panorama reinante:
la anarquía que asolaba la tierra, la marejada de sangre que se alzaba en el
horizonte, el ritual con que los verdugos laceraban la inocencia, en resumen,
una clase distinta de individuos (los fascistas y los comunistas) que iban a
quedarse con el mundo.
Dando vueltas y
vueltas en la espiral creciente
ya no puede el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
la mera anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
es ahogado el ritual de la inocencia.;
Los mejores carecen de convicción, y los peores
están rebosantes de febril intensidad.
ya no puede el halcón oír al halconero;
todo se desmorona; el centro cede;
la mera anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
es ahogado el ritual de la inocencia.;
Los mejores carecen de convicción, y los peores
están rebosantes de febril intensidad.
Ante
semejante perspectiva, pesadas tinieblas llovían sobre su cabeza y sus
pesadillas de guerras y desastres sólo eran vaticinios de cosas peores que
revelaría, por medio de la poesía (ese lenguaje cifrado), al resto de la
humanidad. Recordemos: fue testigo de la barbarie sectaria en su país, del
salvajismo por razones de Estado, de etnia, de religión. Y vivía trastornado
por los gyres, trágicas espirales irrefrenables que agitan la historia.
Yeats falleció justo al comenzar la Segunda
Guerra Mundial que desembocó en el espanto del Holocausto y
de Hiroshima.
Su visión del colapso de Europa era
inequívoca. No obstante, una estrella brillaba a veces en su cielo encapotado y
en otro poema, Plegaria para la vejez,
escribiría:
Dios me guarde de
aquellos humanos pensamientos
que en la mente están solos;
aquel que canta una canción durable
la siente en lo más hondo.
que en la mente están solos;
aquel que canta una canción durable
la siente en lo más hondo.
De cuando a un viejo
le convierte en sabio,
alabado por todos;
Ah, ¿quién soy yo que nunca pareciera,
por mi canción un loco?
alabado por todos;
Ah, ¿quién soy yo que nunca pareciera,
por mi canción un loco?
Rezo – pues las
palabras vacías ya se fueron
y la plegaria ha vuelto sólo-
para que pueda parecer, aún cuando viejo muera,
un hombre apasionado, loco.
y la plegaria ha vuelto sólo-
para que pueda parecer, aún cuando viejo muera,
un hombre apasionado, loco.
Evoco estas
postales poéticas porque los titulares actuales son también recurrentes relatos
de caos y destrucción. Y dado que los grandes poetas son las antenas de sus
sociedades y de su tiempo, imagino lo que Yeats escribiría tras recorrer las
noticias que ofrece la Internet. Y
lo primero que se me presenta es una imagen de advenimiento, libre de
connotaciones bíblicas o devocionales. Simplemente como la venida o llegada de
una época determinada o de un acontecimiento trascendental. Que podría ser un
nuevo periodo histórico o el acaecer de algo o alguien muy importante. ¿Por
qué? Porque estoy categóricamente convencido de que estamos atravesando un
umbral, rumbo a algo irreversible.
¿Un
apocalipsis? ¿Una conmoción 2012? Nada de eso. Algo más sutil, más definitivo.
En estas
circunstancias hay solamente dos maneras de posicionarse: dejar que nos dominen
sensaciones del tipo “fin del mundo” (con toda su caravana de datos horribles)
o predisponerse a intuir detalles parciales del acontecimiento magno que se
alberga entre los pliegues de la realidad actual (aunque no sean del todo
nítidos).
Sabemos que
estamos permanentemente sumergidos en una energía vital universal que abarca a
todas las cosas y a todos los seres. Todas las células de nuestro cuerpo danzan
acompañando el ritmo de sus melodías intangibles.
Todo
advenimiento es un estado de transición, entre lo que uno deja de ser y lo que
poco a poco va enhebrándose en su alma como un manto invisible. Una travesía
permanente sin punto de partida y sin
puerto de destino.
La
meditación, que forma parte de nuestra tarea espiritual cotidiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario