Millones de iniciativas potenciales.
Millones de ideas transformadoras.
Millones de posibilidades latentes.
Millones de creaciones irreversibles.
Millones de siembras reveladoras.
Todo eso y mucho más queda flotando en ninguna parte
porque no avanzamos hacia su expansiva consumación.
Pasamos el tiempo esperando que algún nuevo sol asome.
Aplicamos nuestras energías a bordar historias nostálgicas.
Guardamos nuestra imaginación en el freezer de las utopías.
Entretanto, el festival de satrapías y corrupciones no cesa.
Las multitudes corren frenéticamente hacia cualquier abismo.
Las metrópolis se llenan de espectros balbuceantes y basura.
El aire y los grandes mares se vuelven cada hora más tóxicos.
No atinamos a convertir nuestros mejores sueños en realidad.
No fundamos las opciones que sirvan para inspiración y sustento.
No confluimos en los espacios que han quedado disponibles.
No llenamos las esferas con signos proféticos y lúcidos emblemas.
En resumen: ya no es posible convivir con tanta mueca frustrada.
No hay modo de simular que no pasa todo lo que está pasando.
No tenemos justificativo para la pasividad y el ritual del desencanto.
La hora ha llegado: sepamos brillar y cultivar sin pausa las opciones.
Antes de que el planeta nos devore impasible con su lengua de fuego.
Y antes que las aguas avancen irrefrenables hacia las podridas torres.
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